La seguridad frente el covid en los ascensores es uno de los temas investigados por alumnos de la Escuela de Ingeniería Industrial de Vigo. El reciente contagio en una comunidad de vecinos de Bilbao ha puesto el foco en esas instalaciones y en la necesidad de adoptar todas las medidas anticovid posibles. En muchas instalaciones se recuerdan estos detalles por medio de carteles, pero no todas las comunidades de vecinos cuentan con la advertencia.
Partiendo de la base de que con la pandemia se han convertido en una estancia poco segura, un grupo de seis universitarios decidieron afrontar este problema de forma conjunta en busca de algún sistema que permita acceder a ellos con la mayor seguridad posible para evitar contagios. Detectaron que uno de los mayores problemas en la actualidad son los botones que hay que pulsar para ponerlos en marcha. Al accionarlos se puede entrar en contacto con bacterias y gérmenes que podrían haber dejado los usuarios que lo utilizaron con anterioridad. Como paso previo, llevaron a cabo una serie de entrevistas a personas de diferentes edades y sexos. Observaron que la mayoría de la gente tiene miedo o preocupación a la hora de utilizarlos y que se decanta más por el uso de las escaleras. El problema es que las personas de edad avanzada o con problemas de movilidad no pueden inclinarse por esa opción, ni tampoco muchas de las que viven en pisos altos.
«Planteamos algunas ideas para que se pierda el miedo y reducir los posibles contagios», dicen los autores. Las más aplicables son la colocación de un rociador con gel desinfectante en bajas proporciones y la posibilidad de dejar las puertas abiertas una vez que el ascensor esté parado y sin usuarios. Esto permitiría mayor flujo de circulación del aire. A partir de ese momento los futuros ingenieros industriales se centraron en mostrar cómo funciona el rociador, para comprobar hasta qué punto es efectiva la medida, y en la reprogramación de los ascensores por parte del servicio técnico para que las puertas permanezcan abiertas cuando no se está utilizando.
Además de las medidas anteriores estudiaron otras como la puesta en marcha de una aplicación para smartphone que se coordinase con el ascensor, pero la idea fue descartada ante la posibilidad de que no todas las personas que usan el elevador puedan tener acceso a un teléfono móvil y menos a un smartphone, teniendo en cuenta que es utilizado por personas mayores y niños. Otra idea estudiada fue la configuración de una inteligencia artificial capaz de reconocer la voz y situar el ascensor en el piso que se desee sin necesidad de tocar nada. También se pensó en la instalación de pantallas divisorias, descartada al tratarse de un espacio muy limitado por lo que impediría la entrada de sillas de ruedas y de carritos de bebé.
La problemática de los ascensores en la era covid fue seguida también por otro grupo de seis alumnos de Ingeniería Industrial interesado en la búsqueda de mejoras. Para evitar tocar los botones que pueden ser una fuente de contagio propone la colocación de un sensor en el suelo de la entrada que actúe como pulsor para llamar al elevador y abrir las puertas al tocar con el pie. Una vez dentro habrá instalado un control de voz que preguntará al piso que se quiere ir y el usuario responderá con un número para que el ascensor lo detecte y envíe las señales de forma que suba o baje. Para los casos en los que no se pueda utilizar esta opción, como por ejemplo personas mudas, se mantendrá el panel de botones y se colocará una repisa con gel hidroalcohólico para las manos.
Teniendo en cuenta la escasa renovación del aire en este tipo de instalaciones proponen utilizar ozono, un biocida desinfectante cuya principal ventaja es su alta capacidad de penetración y el hecho de desintegrarse en oxígeno con una vida media de 20-60 minutos. Su coste, no muy elevado, es otra ventaja, según el estudio de los universitarios. La desinfección mediante luz UV-C es otro método muy eficaz para estos casos al disminuir de forma considerable la transmisión de enfermedades, concluyen. «Nos dimos cuenta de que era un problema al que nos enfrentamos todos cada día»Katia Meira forma parte de uno de los equipos que buscó soluciones para combatir el covid en los ascensores. Con ella trabajaron Antonio Freire, Alexandre González, Javier Calvo, Martín Sánchez y Raúl Vázquez.
«Básicamente teníamos varias ideas: hablar con el ascensor y decirle el número de piso, pero aunque esta tecnología ya está en algunos ascensores nuevos, en otros más viejos no se podía implementar», comenta. Una propuesta que ven interesante es que en la memoria del ascensor no queden registradas las llamadas de otros pisos cuando está funcionando. De esta forma no va recogiendo usuarios, lo que facilita que no se comparta y que solo se use cuando esté libre. «Me di cuenta de que el de mi edificio, que es antiguo, permanece con las puertas abiertas cuando no está en uso y me quedé con ese detalle», dice Meira. Para aplicación de líquido desinfectante, sugieren aprovechar el circuito del aire acondicionado cuando exista.
El otro equipo de alumnos está integrado por Manuel Rodríguez, Marta Cabo, Eva García, Alba Rodríguez, Amalia Marín, y José Ramón Madarnás. «Nos dimos cuenta de que era un problema al que nos enfrentamos todos cada día al llegar a casa, no tocar, darle con la llave… y que todo el mundo redujo su uso», explica Marta Cabo. Cree que instalar sensores en el suelo a lo mejor no es rentable para un piso, pero sí lo puede ser para una comunidad grande. Lo ideal, dice, sería mantener las puertas abiertas y el remedio más básico, el dispensador de gel. Ambos equipos han plasmado sus trabajos colaborativos con otros estudios en un libro coordinado por los profesores José Luis González Cespón y José Antonio Alonso Rodríguez.
Fuente: La Voz de Galicia