Hay varias maneras de subir en la escala social, y Elisha Otis eligió la más lógica: inventar el ascensor con freno de seguridad. De máquinas para subir y bajar material ya existían desde antes de nuestra era. Se basaban en sistemas de poleas y eran empujadas por fuerza animal -a veces, de animales racionales- o hidráulica. En el siglo XIX aparecieron ascensores movidos por vapor. Pero todos eran para subir cargas, para que se consideraban bastante peligrosos para las personas.
Otis era un mecánico diestro que trabajaba en una fábrica de somieres. En 1852 diseñó un ascensor para subir y bajar material que estaba dotado de un ingenioso sistema de frenado. Si la cuerda se rompía, se liberaba un muelle que se pegaba a una columna dentada y el ascensor se detenía. Sólo en vendió tres, pero en 1854 hizo una demostración en el Crystal Palace de Nueva York. Subió a la plataforma y cuando estaba a bastante altura dijo a un colaborador que cortara la cuerda. Aunque el susto del público, el ascensor sólo cayó unos centímetros. Quedaba así bien demostrada la fiabilidad del sistema de frenado.
El golpe de fortuna le vino cuando EW Haughtwhat le encargó el primer ascensor comercial para personas para sus almacenes de Broadway. Mucha gente iba a ver el ascensor, y de paso compraban algo. Las ventas de Haughtwhat aumentaron y la fama de Otis, también. Los nuevos rascacielos ampliaron las posibilidades de un negocio que, llevado por sus hijos después de su muerte, no paró de subir y subir.
Un invento clave para el nacimiento de los rascacielos
El ascensor fue un invento sin el cual no habrían existido los rascacielos. De hecho, para que un edificio pueda ser considerado un rascacielos debe cumplir tres requisitos: tener un esqueleto de acero, la expresión de altura en su diseño, y el uso de ascensores. Al principio la gente desconfiaba de un invento que había equiparado el precio del alquiler de todos los pisos (antes, los más altos eran más baratos porque había que subir más escalones) y prefería ir por las escaleras. Además, eran muy ruidosos, especialmente los primeros, los de vapor. De estos se pasó a los hidráulicos, y los hidráulicos se pasó a los eléctricos, que solucionaron el problema de la velocidad y el de la precisión, ya que en muchas ocasiones los operadores no acertaban el rellano y, al frenar, se quedaban entre dos pisos. Llegados a este punto, ya hacía unos años que Elisha Graves Otis había convertido el ascensor en un invento seguro, añadiendo un sistema de freno de ruedas dentadas que impedía que la caja cayera al vacío si se rompía la cuerda.