Carmen Hernández, nonagenaria y vecina de Balsas Ebro Viejo, es una de los 42.000 zaragozanos que viven en edificios de tres o más plantas sin ascensor. Los vecinos de su bloque han presentado un anteproyecto que «resolvería el problema», pero llevan meses a la espera de una resolución favorable por parte del Ayuntamiento que les permita iniciar las obras.
La falta de ascensores es el principal problema que padecen los vecinos de Balsas Ebro Viejo, una urbanización de los años 70 que se está quedando sin gente y cuyos vecinos, la mayoría de ellos de edad avanzada, enfrentan grandes dificultades para salir a la calle.
Carmen Hernández, una anciana de 93 años operada de las dos caderas, lleva año y medio sin salir de casa por este motivo. «Ella ha vivido siempre en el cuarto, pero nos la bajamos aquí (al primero) por que mantuviera su círculo y amistades con las vecinas y los tenderos del barrio. Pensábamos que serían pocas escaleras, y al final se han convertido en un mundo», cuenta uno de los dos hijos que cuidan de ella.
La suya es solo una de tantas historias de dificultad que hay «encerradas» en estos pisos. Según datos de la Asociación de Vecinos Balsas Ebro Viejo, apenas 200 viviendas de las 1.530 que hay en la zona disponen de ascensor, pero en el caso de esta familia tienen una baza a su favor: que todos los vecinos de su portal han conseguido ponerse de acuerdo para instalarlo. «Entre vecinos nos ha unido mucho esto. Hasta los bajos nos dieron el visto bueno, que ya es complicado conseguirlo… Al final hay que moverse y hacer las cosas para que todo el mundo en un momento puntual pueda beneficiarse de ellas, porque todos estamos expuestos a que nos pase algo que nos impida subir o bajar escaleras«, apunta un empático Paco Reyes, vecino del mismo portal que Carmen.
Este constructor, que lleva desde los 16 años viviendo en el barrio, ha orquestado con ayuda de un ingeniero un anteproyecto que resolvería el problema de la falta de ascensor en dos portales de la zona, pero según cuenta llevan meses a la espera de una resolución favorable por parte del Ayuntamiento que les permita iniciar las obras.
«Ahora estoy esperando a que me operen de la columna, y si me dejan un poco tocado, me tendré que cambiar de vivienda. Hay muchas historias encerradas en cada piso, y es una lástima que después de ponernos todos de acuerdo estemos esperando para iniciar nosotros un proyecto que ha unido a dos comunidades enteras. No pedimos una subvención, solo queremos resolver el problema», subraya este zaragozano.
El proyecto presentado por los vecinos de Balsas Ebro Viejo el pasado verano en el Ayuntamiento plantea la construcción de un ascensor común para dos bloques de la calle sierra de Guara a través de una pasarela que ocuparía parte de una plaza de propiedad vecinal con servidumbre de paso. Esta solución ideada con la ayuda de un ingeniero abarataría en cierto modo la obra al dividirse la cuantía entre 20 vecinos. «Aproximadamente, lo he calculado, y nos puede costar entre 120.000 y 160.000 euros -entre 6.000 y 9.000 euros por vecino-. Si sale adelante yo seré el primero que se atará los machos para que me cueste menos», afirma Reyes.
Solidaridad vecinal e ilusiones de los vecinos
Lo único que necesitan en este momento para llevar adelante las obras es la autorización de los técnicos del Ayuntamiento. Los vecinos se muestran convencidos de que el proyecto está parado «por pura burocracia y papeleo», pero confían en que su situación mejore pronto tras todas las reuniones mantenidas para defender la viabilidad de su proyecto.
Tener un ascensor -aseguran- cambiaría la vida de todos ellos; facilitaría el día a día de Carmen, pero también el de sus hijos, que para cualquier consulta o atención rutinaria se ven obligados a llamar a la ambulancia (con el gasto añadido que esto supone) y cargarla en una silla para bajarla a la calle. «El tener un ascensor le permitiría a mi madre salir de nuevo, se sentaría en un banco del parque y disfrutaría la mujer; iría a ver a sus hermanas o a la Virgen del Pilar a echarse dos rezos… A mí me facilitaría mucho, pero a ella y otros vecinos mayores les cambiaría la vida del todo. Hay muchas familias que necesitan el ascensor y esto hay que agilizarlo«, reivindica el hijo de Carmen, de 66 años.
Fuente: Heraldo.es